No me canso de ver frente a mí el
agua que ondula, ligeramente emblanquecida por una luz brumosa, perlada, que
tamizan, como gasas sutiles, las neblinas del horizonte. No ha podido salir el
sol.
***
(…) Yo no me he entretenido; me
he adormecido, con una somnolencia de encantamiento. Mi cerebro esboza ideas y
las rompe porque no le interesan. Ver pasar el agua, verla rizarse, verla cómo
se pule aquí en placas lechosas (…), y conforme se aleja, verla cómo toma
entonaciones firmes y mates de un gris muerto, que corta con la línea inmóvil
las montañas; ver el agua; verla siempre, verla incesantemente, en una dejadez
hipnótica en la que deshacemos, grano a grano, la conciencia; eso es ahora mi
ocupación, mi preocupación, mi sensación.
Es verdad que, por instantes, las
memorias quieren despertarse y punzan las añejas pesadumbres como reptiles
irritados que buscan la salida de su encierro. Es verdad que, por momentos, la
vida, que se rebela, me asalta. Me acuerdo de que soy hombre por breves ráfagas
de tiempo.
(…) Una canoa, con la vela hinchada, como un ala que se encorva, va rumbo al Oriente con rapidez de pájaro; un bote, semiborrado por la distancia, brinca en las olas, a compás de sus delgadas patas de insecto.
***
(…) Una canoa, con la vela hinchada, como un ala que se encorva, va rumbo al Oriente con rapidez de pájaro; un bote, semiborrado por la distancia, brinca en las olas, a compás de sus delgadas patas de insecto.
En el cerro que se alza en el
filo de la playa (…), la frescura del día ha lavado los musgos que ahora lucen
como sedas bordadas, sobre las rocas amarillentas. Las torres de la iglesia,
pintadas de cal y chorreadas por la lluvia, yerguen, con presunción
provinciana, sus gorros de payaso. Algunas indias, echadas de bruces sobre un
remanso, lavan ropas. Un grupo de rapaces desnudos chilla y retoza en las
arenas de la orilla. De no sé dónde, débil y aflautada, viene la voz de una
mujer que canta.
** Luis Gonzaga Urbina
(México, 8 de febrero 1864 – Madrid, 18 de noviembre de 1934), poeta, periodista
y cronista bastante popular a inicios del siglo pasado, hoy en el olvido. Entre
sus libros de poemas se encuentran: Versos (1890), Puestas de Sol (1910),
Lámparas en agonía (1914), El Poema de Mariel (1915), El corazón juglar (1920).
Es interesante encontrar, en Frente al Chapala, términos como “adormecimiento”,
“somnolencia”, “dejadez hipnótica”, que intentan definir el proceso de ruptura de
la consciencia (netamente romántico), a través de la contemplación natural. Esta
crónica, fechada en 1905, tal vez derivó en su famoso Poema del Lago —en
Puestas de Sol—(en especial, la imagen de la canoa como transporte de la
imaginación profunda, en el soneto xvii: “Voces en la Sombra”:
En el silencio triste de la noche que
empieza,
se oye una voz que viene de lejos, de una mancha
distinta en las
penumbras solemnes, de una lancha
que sobre el horizonte su mástil endereza).
El texto procede de sus Cuentos Vividos y Crónicas Soñadas, México, Porrúa,
Colección de Escritores Mexicanos 35, 1946, pp. 85-90.
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